Me gusta compartir mi tiempo con personas, que después de los años al recordarles, generan una sonrisa en mi rostro y hacen que se me arrugue el corazón.
Y algo que ha generado esto, es que hablo siempre con amor y en mucha sinceridad. El amor también es sinceridad. Doy gracias a Dios por las personas a las que hoy puedo llamar amigos, algunos con amistad de décadas, otros solo de años.
Pero más que el tiempo, es la calidad de la persona lo que "me enamora" para una relación fraternal. También me he equivocado, al creer amigos a muchas personas que defraudaron mí esperanza en ellos y el tiempo que les dediqué, e incluso hoy el espacio que ocupan en mí lista de contactos es demasiado para la memoria de mi celular.
Lo digo no en afán de herir, porque muchos que me conocen ya saben que nunca pretendo herir. Pero la sinceridad es una virtud o un defecto que siempre me acompaña y a través de ella he conocido a los verdaderos amigos. Creo que es un precio que ha válido la pena pagar.