Una madre me dijo una vez:
—“No sé por qué mi hija me grita igual que su padre…”
Le pregunté cómo hablaba de él frente a la niña…
y se quedó en silencio.
A veces no heredamos traumas.
Los enseñamos con la lengua.
Hay personas que ya no gobiernan su boca…
porque perdieron el control de sí mismas.
Critican, juzgan, se burlan, chismean.
Y mientras creen que solo están “diciendo la verdad”...
están sembrando veneno en todos lados.
Incluso en su propia alma.
Hablan sin pensar.
Y lo que dicen no construye… destruye.
No libera… esclaviza.
⚠️ Cada juicio que lanzas,
cada burla disfrazada de broma,
cada palabra soltada con rabia…
es una herida que se queda.
Y a veces, no en los demás.
Sino en ti mismo.
Porque quien no domina su lengua…
termina siendo esclavo de su propia amargura.
🕊️ Pero siempre se puede empezar de nuevo.
Porque el poder no está en hablar más fuerte…
sino en saber cuándo callar, y cómo hablar.
Tu lengua puede ser un látigo…
o una mano tendida.
Una piedra…
o un refugio.
Tú decides.
Porque lo que sale de tu boca…
revela lo que habita en tu corazón.
¿Quieres sanar tu vida?
Empieza por sanar tus palabras.