El pastor me dijo: "Predica lo que Dios ponga en tu corazón, y si es necesario que incómodes a la iglesia, habla y que la iglesia despierte". Ese día la palabra que Dios ministró fue de amor y fortaleza. La actitud abierta del pastor, demostraba el carácter formado de su congregación.
Cuando en una iglesia te cierran los temas a tratar, es porque hay áreas que ni a Dios, le han permitido actuar, menos a un predicador tocar.
Ojalá todas las invitaciones fueran así. De todas manera, los que predicamos, siempre tenemos la libertad y obligación de hablar lo que Dios manda. Solo preguntamos por protocolo, y a veces los protocolos, son solo eso, protocolos. Cuando se trata de la palabra de Dios, nada puede ser más serio y más importante. La palabra de Dios nunca podrá ser apagada ni interrumpida.
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