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Anderson Posada Ministerio Adorando en Su Presencia

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Perdonados Perdonando

Hebreos 12:14-15 Seguid la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.


Para empezar a habla sobre el perdón, es inevitable no mencionar a estos tres hombres, los cuales perdonaron muy grandes ofensas contra sus propias vidas, incluso por personas a quienes ellos amaron de manera especial, siendo traicionados y ofendidos de tal manera que hubiera sido natural, que se ofendieran, pero no lo hicieron... 

El primero de ellos fue Oseas, tipo de Jesús, con una esposa infiel a la cual perdona una y otra vez.

La segunda persona, al cual a nivel personal admiro muchísimo, es José, otro tipo de Jesús, el cual perdona a una familia que le traicionó vendiéndole y causándole dolor a él y a su padre a quien tanto amaba, pero José les pagó con gracia, cuando en ese tiempo pudo haber aplicado la ley en todo su derecho. Ya que era ojo por ojo y diente por diente.

Y finalmente, Jesús, quien fue el más atacado, ofendido y dañado en todas las formas posibles contra un ser humano. Él se pudo haber bajado de la cruz y defenderse con todo su poder, pero no lo hizo, ya que por su amor, decidió perdonarnos.

Marcos 11:25 Orar siendo escuchados  por Dios y perdonar van de la mano. Son inseparables

Efesios 4:31-32 Abandonar toda amargura, enojo, arrancar de raíz, para que no siga creciendo

Hoy no quiero hablarte sobre el perdonar cosas pequeñas, sobre cosas como que mi amigo me dijo que yo era feo. O quien se comió el pastel que tenía guardado en la nevera. Quiero hablarte de perdonar aquellas cosas que ya no se pueden restituir, quiero hablarte sobre aquellas situaciones que son realmente difíciles de perdonar.


¿QUÉ ES EL PERDÓN?

-Es el acto de perdonar y perdonar es un verbo, osea una acción. 

Per= Prefijo latino que significa pasar por alto y donare= donación, regalo es decir exonerar a un culpable

-Es un mandato divino

-Es una llave que abre dos celdas sacándonos de una prisión: La del ofensor, pero también la del ofendido.

 

¿QUÉ NO ES EL PERDÓN?

-No es olvidar, es recordar sin dolor.

-No es negar que fuimos ofendidos, sino reconocer que aunque fuimos ofendidos, no permitimos que nos afecte más allá del daño inicial y ver qué podemos tomar de allí para nuestro crecimiento y madurez en Dios.

-No es una emoción ni un sentimiento, es un acto y una decisión donde habrá muchos beneficiados, siendo yo mismo el primer beneficiado.

Nuestra generación actual es tratada como la generación herida, la más sensible al extremo, de hecho algunos la llaman la generación de cristal, donde todo le ofende. Y ese corazón herido, en busca de defenderse y protegerse a sí misma, ha desarrollado corazón blando pero también un puño de hierro.

Tener un corazón fuerte no es lo mismo que tener un corazón duro. Si bien la palabra de Dios nos dice que en estos últimos tiempos se enfriaría el amor de muchos, debido a la maldad en aumento de muchos otros, pero esto no debe aplicar de ninguna manera para los hombres y mujeres que somos y formamos la iglesia de Cristo.

El reino de Dios comienza con uno de los ingredientes más importantes: EL PERDÓN. Esto con una sincronía perfecta e inseparable de acción y efecto de perdonar para ser perdonados.  Donde Dios provee al Cordero para la expiación de nuestros pecados y así ser libres de la deuda eternal. Ya que así como fuimos perdonados, también es nuestra responsabilidad entregar el perdón a otros, según la conversación de Pedro con Jesús, 70 veces 7. Ahora, si usted está llevando la cuenta de cuantas veces  ha “perdonado” a alguien, es porque realmente no le ha perdonado como Dios ordena. Mateo 18:21-22

La ofensa más grande que usted ha recibido, no iguala en nada a la ofensa que Dios ha recibido de nosotros los seres humanos, y esto nos incluye a usted y a mí. Si hay alguien perfecto que tendría derecho a no perdonar, ese es Dios, y aún así él nos perdona ¿QUIÉN ES USTED Y QUIEN SOY YO PARA NO PERDONAR A AQUEL QUE NOS OFENDE Y QUE NECESITA TANTO DE DIOS COMO NOSOTROS MISMOS? El perdonar requiere humildad y mansedumbre, y cuando no perdonamos nos estamos colocando en una posición superior a la de Dios. Perdonar implica reconocer la condición humana  caída y necesitada del otro, de aquel que nos ofende. Mateo 18 todo el capítulo






Vivimos en un mundo caído, donde el dolor, el sufrimiento y la injusticia hacen parte de nuestro día a día, a veces como receptores y otras veces como generadores, a veces a propósito herimos a otros o incluso sin darnos cuenta. El enemigo usa a otras personas para dañarnos y nos presenta situaciones para quitarnos la paz, dañar nuestro corazón y enfriar nuestro amor. La palabra ofensa, viene de skandalón, la cual es una palabra griega que significa trampa, tropiezo, carnada y es que el enemigo quiere matar, destruir y robar lo que Dios ha puesto en el creyente Juan 10:10

A lo largo de nuestra vida hemos sido lastimados y seremos lastimados muchas veces, algunas veces de forma voluntaria y premeditada y otras veces sin mala intención y por el simple echo de ser seres humanos con defectos de un carácter deformado. Como lo dije anteriormente, nosotros no siempre somos la víctima, pues lo aceptemos o no, hemos herido en algún momento a alguien. Si queremos saber que tanto está alineado nuestro carácter al de Cristo, debemos analizarnos con relación al versículo que nos dice que nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los hermanos, el que no ama a su hermano permanece en muerte 1 Juan 3:14 y continúa diciendo en el versículo 15 todo aquel que aborrece a su hermano es homicida y sabemos que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En 1 de Juan 2:9 y 2:11 dice el que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas, porque las tinieblas han cegado sus ojos. Pero el que ama a su hermano, permanece en la luz y no hay causa de tropiezo en él, dice en el versículo 2:10


 

 Pero es verdad que a veces es tan difícil perdonar, entonces ¿DEBO JUSTIFICAR Y DAR LA RAZÓN A AQUEL QUE ME HIERE?

No, perdonar no significa darle la razón a quien me hizo daño, pero sí significa darme la oportunidad yo mismo de no seguirme lastimando con el mal recuerdo de ese doloroso momento. Al recordar es provechoso, principalmente para mí, hacerlo sin dolor, e incluso según la propia vivencia de José, perdonar le fue de provecho, no solo para él, sino para toda una multitud. José trascendió  a todo aquello que le lastimó, sin importarle que fue herido en su corazón al no recibir crédito de su padre cuando le contaba los sueños que Dios le mostraba, además de ser traicionado por su familia siendo abandonado por sus hermanos mayores quienes debían protegerlo, siendo un niño de casa fue vendido como esclavo, después fue acusado injustamente por ser integro al rehusarse a estar con la esposa de su amo, Potifar no dio valor a la palabra de José ni a su buen testimonio, José fue olvidado por su compañero de celda quien fácilmente pudo interceder por él de manera inmediata ante el faraón… dolor tras dolor sin parecer ser compensado de ninguna manera. ¿QUÉ PROPÓSITO TENDRÍA DIOS CON TANTO SUFRIMIENTO? Sería una pregunta que seguramente pudo haber pasado por la mente de José.

José tendría todas las razones y justificaciones humanas para odiar, sin embargo no lo hizo. Todos conocemos a alguien que le gusta tanto odiar, que hasta al mensajero que trae la cuenta de servicios le guardan rencor :-)… espero que no seas tú.

El perdón de José fue muy provechoso para todo un pueblo, pero existe un perdón que es incluso mucho más provechoso y de un alcance eterno: Es el perdón que nuestro Dios nos entrega en su Hijo Jesús, quien a pesar de ser traicionado, entregado, vendido, golpeado, humillado, escarnecido, escupido, crucificado, decía desde aquella cruz con las pocas fuerzas que lo tenían con vida: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Como lo dice mejor Manny Montes:

Él pudo haber bajado y hacerlo todo cenizas,

a los soldados , cada hueso hubiera hecho trizas

se bajaba de la cruz como si no pasara nada

después decía a voz en cuello riendo a carcajadas

Yo soy el Rey de reyes y me respetan,

PERO, no pudo hacerlo, tuvo que cumplir su meta

Derramar toda su sangre y morir en aquella cruz

Para que yo me salvara y para que te salvaras tú.

 

¿NO ES ESTO LO QUE QUEREMOS HACER CUANDO NOS QUEREMOS VENGAR DE AQUEL QUE NOS DAÑÓ? HACERNOS VALER Y DEMOSTRAR QUIENES SOMOS? Jesús con todo lo que es y toda la autoridad que tiene, no lo hizo, porque tenía un propósito mayor. El salvarnos, y finalmente aquel que se humilla, es exaltado. El Padre le exaltó a lo sumo Filipenses 2.

El más herido y atacado, siendo el más justo y puro de todos los hombres fue Jesús el Salvador, él fue el menos merecedor de cualquier ofensa, y la perdonó.

Aunque hoy no seas el segundo al mando después de faraón como en el caso de José, tu dolor te da la experiencia y por lo tanto la autoridad que puede traer ejemplo, restauración y liberación para otros con tu testimonio de perdón. Es más fácil perdonar cuando anteponemos los propósitos eternos de Dios sobre nuestros propios intereses particulares y personales. Cambia tu perspectiva de manera definitiva.


 

En Efesios 4:26 leemos airaos pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo. Es natural y hasta tengo un derecho humano de sentirme ofendido, puedo incluso airarme, pero sin permitir que el sol se ponga sobre mi enojo y haga cosas de las cuales después me arrepienta, según yo por defenderme y hacerme valer. Pero el que me pueda sentir ofendido, no me da la libertad de no perdonar. Quien dice tener la libertad de abstenerse de perdonar una ofensa, realmente está guardándose en una prisión a sí mismo. Tu mismo te estás condenando más allá del dolor que el otro te infringió. Una herida sin atención entra en descomposición (Ira, dolor, rabia, frustración, enojos) y esto nos lleva a querer vengarnos, incluso de formas violentas. Muchas veces al que nos ofende, no le interesa la condición de nuestro corazón, incluso, en muchas ocasiones ni siquiera sabe que nos ofendió.

Dicen que el animal más peligroso del bosque no es el más fuerte , ni el más grande, sino aquel que está herido, normalmente en nuestra sociedad quien más daña y lastima a otros es aquel que ya está lastimado.

No podemos evitar siempre el ser lastimados, pero sí podemos determinar que tanto trascenderá ese daño sobre nuestros corazones y decisiones de vida. ¿APLICARÁS OJO POR OJO QUE ES LA LEY O APLICARÁS EL EJEMPLO DE JESÚS CRUCIFICADO, QUIEN CUMPLIÓ LA LEY A TRAVÉS DE LA GRACIA Y EL PERDÓN?

Te pregunto hoy a ti en este momento, y no me respondas a mí, pero sí respondete a ti mismo:

¿MERECE TU PERDÓN AQUELLA PERSONA EN LA QUE ESTÁS PENSANDO EN ESTE MOMENTO?

Tal vez o seguramente que no merece nuestro perdón, pero por muy crudo o rudo que parezca para ti, no perdonamos al otro porque lo merezca, sino porque nosotros por nuestro propio bien necesitamos con urgencia, perdonar. Nosotros debemos perdonar porque recibimos un perdón que tampoco merecemos, el cual es el perdón de Dios. Dios nos ha perdonado. Mateo 5:7

Muchas personas suelen decir: “Yo ya le eché tierra a eso”.  Pero cuán peligroso es esto, pues la tierra tiene excelentes nutrientes para fortalecer y desarrollar una semilla y permitirle profundizar raíces. El perdón no consiste en echar tierra al dolor y el resentimiento, porque la raíz de amargura sigue allí. Lo que debemos hacer, es arrancar  toda la raíz, y eso duele, por eso es que perdonar puede llegar a ser tan difícil, pero por más difícil que sea para nosotros, es necesario por nuestro propio bien. Busquemos siempre la restauración mutua, y oremos los unos por los otros. Sin perdón, no hay oración eficaz.

Un consejo: Si lastimas a alguien arrepiéntete rápido y pídele perdón. Pero si te ofenden a ti, perdona más rápido aún. Esto reflejará tu madurez espiritual y los frutos del Espíritu Santo en ti.

Hagamos con las ofensas lo que aquel caballo que cayó a un hueco y por la imposibilidad de sacarlo, su dueño decidió enterrarlo vivo allí mismo, pero este caballo de forma sorpresiva, cuando lo quisieron enterrar vivo con paladas de tierra (Ofensas a nuestra persona) empezó a sacudirse el polvo y a ascender con la misma tierra que le echaban, hasta que logró salir de aquel hueco donde estaba atrapado, era inevitable que el polvo cayera sobre el pelaje del caballo, pero estaba al alcance del caballo sacudirse aquel polvo para que cayera al suelo. No está del todo a nuestra alcance el evitar ser lastimados, pero si está a nuestro alcance sacudirnos el polvo, y usar esas “paladas” de ofensas que tratan de enterrarnos para superarnos, crecer y madurar, para parecernos más a Cristo.

Para el creyente, el otorgar el perdón no es una sugerencia, es un mandato de Dios. Mateo 5:23 Nos dice que al traer ofrenda sabiendo que mi hermano tiene algo contra mí, debo dejar mi ofrenda en el altar e ir a reconciliarme con mi hermano. Y más allá de eso, seas creyente o no, el perdón es una necesidad que todo humano suple solo al momento de entregarlo, ya que te libera y te devuelve la paz con los demás.

El perdonar a alguien no me obliga a permanecer en una relación que se hace crónicamente destructiva. Hay relaciones destruidas de forma tan compleja, que solo el amor de Dios puede restaurarlas totalmente, siempre y cuando todas las partes implicadas estén dispuestas a renunciar al orgullo y al dolor infringido. Sin Dios en el centro, será imposible.

Lo lógico, y lo que todos de manera natural esperamos, es que quien ofende, debe ser el primero en acercarse buscando la restauración y si es necesario y posible, la restitución. Pero sobre cualquier lógica, lo más conveniente es que ambas partes deben siempre estar dispuestas a buscar el acercamiento, incluso el ofendido debe tomar la iniciativa. Como sabemos, Dios tomó la iniciativa y se acercó al ser humano a través de Cristo, cuando en realidad, fuimos nosotros los que transgredimos a nuestra relación con Dios con nuestra desobediencia.

Debemos aprender a ser proactivos y no reactivos, porque muchas relaciones hoy en día, llevan años esperando a que el otro lleve la iniciativa de accionar para yo reaccionar al acuerdo que tanto el uno como el otro anhelamos y sabemos que necesitamos para sanar nuestro corazón. Porque el perdón es una medicina que contiene antibióticos y anestesia, antibiótico contra la infección emocional y anestesia para recordar sin dolor, sin resentimiento y sin sentido de venganza.

Mi perdón libera al otro de mi jurisdicción y mi derecho a condenarle, y aunque yo tenga mis propias justificaciones verídicas y de valor natural para acusarle, debo entregarlo a la jurisdicción de la justicia de Dios que es perfecta. Aprendamos con humildad a tomar la posición de José, el cual dijo en Génesis 50:19: ¿PUEDO ACASO TOMAR EL LUGAR DE DIOS? Yo te pregunto hoy a ti ¿TÚ ESTARÍAS DISPUESTO A TOMAR EL LUGAR DE DIOS A LA HORA DE HACER JUSTICIA PROPIA?


Aunque sea difícil, lo mejor es perdonar y entregar a Dios el momento de justicia. José en su tiempo,estaba bajo la ley, y era su derecho aplicarla, pero José, como tipo de Jesús, aplicó la gracia. Romanos 12: 17-21 es una sección de la palabra de Dios, que nos aclara los deberes cristianos y nos dice:

No paguen a nadie mal por mal; procuren lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, estén en paz con todas las personas. No se venguen ustedes mismos, mis amados, sino que mejor dejen lugar a la justicia e ira de Dios; porque está escrito: Mía es la venganza y yo pagaré, dice el Señor. Así que si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, vergüenza y ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino que mejor es que venzas al mal haciendo el bien.

Primero perdono y luego comienza mi proceso de sanación, curación y restauración, nunca será al contrario.

Algo que nunca debemos olvidar, es que aún dentro de las malas voluntades y acciones de los hombres, Dios puede ejercer su buena voluntad y propósito perfecto para con nosotros (Romanos 8:28)

Ejemplo y testimonio de ello son José quien salvó no solo a su pueblo, sino también a toda una generación de diferentes naciones. Y el mayor ejemplo, es nuestro Señor Jesús quien puso a disposición de todo aquel que le reciba, la salvación adquirida por el perdón otorgado en su sacrificio y despojo de sí mismo en la cruz del calvario.

Muchas veces en mis tiempos personales de restauración con Dios, cuando empiezo a revisar las cuentas pendientes, me doy cuenta que quienes más suelen necesitar mi perdón son las personas que más amo. Y yo también necesito constantemente del perdón de ellos, porque sé que también muchas veces les he herido, incluso sin querer hacerlo.


La familia necesita hoy urgentemente entregar y recibir el perdón. 

Las parejas necesitan hoy urgentemente entregar y recibir el perdón.

La sociedad necesita hoy urgentemente entregar y recibir el perdón.

El cuerpo de Cristo necesita hoy urgentemente entregar y recibir el perdón.


Jesús enseñó y vivió sus palabras cuando nos dijo: Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen. Mateo 5:43-48, Lucas 6:27-36


Cuando perdonamos las ofensas a otros, en una escala de insignificancia humana y pasajera, es cuando realmente entendemos la magnitud perfecta del perdón de Dios para nosotros en nuestras propias vidas. La deuda más grande perdonada fue la que Dios nos perdonó a nosotros. Ninguna otra deuda la iguala y mucho menos la supera.  Cuando no perdonamos, es porque en nuestro corazón existe juicio contra el otro, y si no perdonamos los centavos que el otro nos debe, Dios no nos perdonará la millonaria deuda eterna que solo en la sangre de Cristo pudo ser perdonada, así como el deudor mayor no perdonó  al deudor menor, después de haber sido perdonado en una deuda mucho mayor en la parábola de los dos deudores Mateo 18: 20-35. Si decimos que hemos recibido el perdón de Cristo en nosotros, esto de forma automática nos sujeta a su señorío en nuestras vidas, y ese gobierno de Cristo nos lleva, nos enseña y nos obliga a perdonar a los demás sus ofensas contra nosotros. El perdón del Padre en Cristo Jesús para nosotros, es la muestra perfecta del perdón que debemos seguir. Es morir a nosotros mismos, para que Cristo realmente gobierne en nuestro corazón y cumplamos el amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. En esto se resumen, la ley y los profetas, dijo Jesús. 

Mateo 22:40


La ley farisea ordenaba perdonar hasta tres veces, Pedro le mencionó a Jesús que si debía perdonar 7 veces, osea que subió la cuota, y seguro se sintió un héroe que cambiaría al mundo aumentando la cuotas de perdón al prójimo, pero Jesús habló de 70 veces 7, una operación que nos da a entender que Jesús lo que quería era que perdiéramos la cuenta al perdonar. No llevar la cuenta. Si estamos llevando la cuenta de las veces que el otro nos ha ofendido, es porque realmente no le hemos perdonado. En 2 Corintios 2:10-11 Pablo nos enseña que el que no perdona al otro le está dando ganancia y ventaja a las maquinaciones de Satanás sobre nuestras vidas. Y Pablo nos dice también en el versículo 8 que confirmemos nuestro amor para con aquel que nos ofendió, entonces a parte de perdonarle, también debo ir la milla extra y amarle a pesar de...

… y es que Dios mismo lo hace con nosotros: La misericordia de Dios es no darnos lo que nos merecemos. Y la gracia de Dios es que nos da lo que NO merecemos. En el perdón de Dios recibimos gracia y misericordia, en el perdón que tu y yo ofrecemos al otro, también entregamos gracia y misericordia.


Hebreos 12:14-15 Seguid la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. Hebreos 12:1-2 Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús el autor y consumador de la fé, el cual por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la distra del trono de Dios. Amén.

Perdonate a ti mismo, perdona al otro y recibe el perdón de Dios.








 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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