Hay halagos peligrosos, pues aunque sean bien intensionados, pueden llegar a derretir y hacen perder la forma alcanzada.
El crisol prueba la plata, la hornaza prueba el oro y al hombre lo prueba la boca del que lo alaba.
Lo importante es entender, que cuando el oro y la plata son fundidos, logramos ver las impurezas que antes no se hacían evidentes.
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