Si los aplausos transformaran la vida de las personas que aplauden, me esmeraría muchísimo en que mis mensajes tuvieran aplausos en cada frase.
Sin embargo, los aplausos, muchas veces emocionan, pero pocas veces, transforman.
Ese no es el objetivo de un predicador que ha entendido la magnitud de la gracia de Dios y del evangelio de Jesucristo.
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